Según los expertos, la universidad cuenta con las herramientas necesarias para resolver los problemas a los que se enfrenta la sociedad. Sin embargo, apenas se compromete con esa misión.
«La educación superior debería asumir el liderazgo social en materia de creación de conocimientos de alcance mundial para abordar retos mundiales, entre los que figuran la seguridad alimentaria, el cambio climático, la gestión del agua, el diálogo intercultural, las energías renovables y la salud pública». De esta manera se define en la declaración final de la Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco la labor que debería desempeñar la universidad en su relación con el entorno.
Sin embargo, según los expertos, a la institución todavía le queda un camino largo por recorrer en este ámbito: «La universidad debería jugar un papel mucho más activo del que está jugando en este momento, y no con el discurso imperante que existe ahora de servir a la competitividad o a los intereses económicos, sino de ser un instrumento útil para lograr un mayor bienestar y una mayor justicia social», asegura Luis Torrego, profesor de la Facultad de Educación de Segovia.
Innovar y emprender
La importancia que los colectivos universitarios otorgan a esa necesidad de adaptación a las nuevas tendencias sociales es tal que esta cuestión se va a abordar en el III Encuentro Internacional de Rectores Universia, que se celebrará el 28 y 29 de julio en Río de Janeiro.
Este es un concepto relativamente nuevo, ya que hasta los años noventa del siglo pasado se consideraba que la universidad debía cumplir básicamente dos misiones: la docencia y la investigación. Sin embargo, durante esa etapa surge una corriente crítica en el Reino Unido que llama a revisar el papel de la institución e introduce una tercera misión. «Los británicos se dieron cuenta, y más tarde el resto del mundo, de que la universidad tenía que comprometerse con su territorio, innovar y emprender», explica el vicerrector de I+D+i de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima), Eduardo Bueno.
«Desde hace algo más de una década se está hablando con fuerza de la necesidad de incrementar las relaciones de las universidades con la sociedad», apunta María Antonia García Benau, catedrática de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Valencia. «Las universidades son centros de conocimiento y están llamadas a ser líderes para lograr una verdadera sociedad del conocimiento. No pueden quedarse en un plano secundario, sino que deben ser las verdaderas impulsoras del cambio necesario que permita alcanzar una economía dinámica que permita lograr una mayor cohesión social», añade.
Fines sociales olvidados
Para algunos expertos, esa trasferencia de conocimientos se está centrando demasiado en el mundo empresarial, dejando de lado el tercer sector. «Se ha generado un discurso que habla de la función social de la universidad, entendida sobre todo como una función que debe cumplirse en unos términos que solo miran la competitividad de la economía o los intereses empresariales de determinados sectores productivos. Ese no es el papel de la universidad», lamenta Torrego. «Si uno lee la Declaración mundial de la educación superior de la Unesco o si mira legislaciones anteriores, verá que hay fines sociales que han sido olvidados».
En este sentido, el profesor de la Universidad de Sevilla y autor del libro 'La universidad comprometida' Vicente Manzano-Arrondo asegura estar a favor de las relaciones que se establecen entre las universidades y las empresas, pero señala que esa trasferencia de conocimiento debería ser «en abierto» y no limitarse a determinadas iniciativas privadas. «La universidad consume muchos recursos públicos y debe tener una vocación de servicio público», apunta. «Lo que más negativo me parece es que se reduzca la trasferencia de conocimiento únicamente a empresas concretas en lugar de que las empresas de todo el mundo se beneficien en abierto del conocimiento que se genera en la universidad. Aunque me parecería mejor todavía que la trasferencia tuviese lugar a los movimientos sociales, a las organizaciones, al tercer sector, que están luchando con los problemas que desde hace siglos son los problemas más urgentes».
Para conseguir intervenir en los problemas sociales, la universidad cuenta con tres herramientas fundamentales: docencia, investigación y extensión universitaria. Sin embargo, según los expertos, no está sacando todo el provecho que debería de esos mecanismos.
«Deberíamos estar formando personas de manera integral, no solo expertos técnica y científicamente, sino también humanamente, con inquietudes sociales, con una personalidad crítica, eso se puede hacer en las distintas asignaturas, pero no se hace», subraya Torrego. «Por otro lado la investigación está orientada a sectores que defienden intereses particulares, productivos y económicos cuando debería estar orientada al bien común. Por último, hay una labor de extensión universitaria de conexión con la sociedad, con las asociaciones, con las ONG, con las organizaciones de la sociedad civil, que la universidad debería llevar a cabo pero que no está haciendo».
Fuente: Gonzoo